Uno de los desafíos más importantes que enfrentan las familias que deben rearmarse tras una separación de pareja, es la de diferenciar el rol de pareja y los conflictos históricos que han gatillado dicha decisión, con su rol como equipo parental. Las rabias, desconfianzas, temores y penas llevan muchas veces a los adultos a dejar de mirar la experiencia de los hijos en este proceso, al sobre-focalizarse en el deseo por tratar de relacionarse lo menos posible con el otro (e incluso fantasear con el corte definitivo de la relación) por evitar sus propias experiencias negativas al reencontrarse con su ex pareja.
Esto, resulta muy peligroso para el bienestar presente y futuro de los niños, lo que ha llevado a nuestra ley a posicionarlo como mandato legal. Su fundamento es claro: el interés superior de los niños, procurar su máximo bienestar, por entenderlos más frágiles y vulnerables que los adultos.
En el derecho de familia, uno de estos principios básicos es el de la “corresponsabilidad parental”, que busca asegurar la colaboración activa de ambos padres en la crianza de sus hijos. En términos simples, este concepto busca que ambos padres se hagan responsables de manera equitativa en sus derechos y deberes, tanto en lo personal como patrimonial. Esto no sólo es una declaración de buenas intenciones, sino que al ser un mandato legal ambos padres, vivan juntos o separados deben participar de forma activa, equitativa y permanente en la crianza y educación de sus hijos.
La responsabilidad de los padres respecto de los hijos no cambia por las circunstancias, no tiene que ver con que los padres vivan juntos o separados, ni con quien tiene el cuidado personal del niño (antes llamado “tuición”), ni mucho menos con el régimen de relación directa y regular establecido (antes llamado “visitas”). Ambos padres deben comunicarse en la información relevante sobre el hijo, respetar acuerdos, ser partícipes e involucrarse activamente en situaciones importantes para el desarrollo de sus hijos, comprender que las situaciones accidentales suceden a pesar de que los cuidados sean efectuados, al tiempo que deben comprender que la separación implica también que cada padre necesita y debe desarrollar un propio sistema de relación dentro de su hogar con sus hijos, que puede ser diferente del que tiene en el otro hogar.
Así por ejemplo, en nuestra experiencia, algunos de las confusiones frecuentes sobre este tema se expresan en posiciones o situaciones como:
- Yo tengo la tuición así que yo decido cambios de colegios, cambios de casa, los tratamientos de salud que sigue o no nuestro hijo o hija y no tengo porque preguntarte o informarte.
- Yo tengo visitas solo tales días, por lo que no tengo porque reemplazarte en tus funciones los días que no me toca. No es mi responsabilidad ir a reuniones, llevarlo al colegio, a controles con médicos u otros profesionales, casas de amigos, etc. sino es el día que me corresponde a mi.
- Es tu responsabilidad el niño, cómo puede ser que se te haya enfermado, caído, etc. Esto solo refuerza tu incompetencia parental.
- Si estaba contigo, cómo puede ser que no hayas sabido de la prueba o la tarea que tenía que hacer o que tenía un panorama a que debías acompañarlo.
- Yo tengo el cuidado del niño, así que solo puede estar contigo si me haces caso en las normas de crianza que a mi me parecen significativas. Debes respetar lo que creo que debe hacer como actividad, hora de acostar, castigos y recompensas, tipos de comida, personas con las que se juntan, etc.
El ser padre o madre no sólo es un hecho biológico ni mucho menos es un hecho modificable por las circunstancias de la pareja. Es un concepto que trasciende lo legal y jurídico y que todos debemos internalizar. Terminado el matrimonio o la relación de pareja lo que se reparte son los bienes adquiridos en común, pero nunca los hijos ni los derechos y deberes respecto de estos. Aprendamos a compartir incluso en vidas separadas, y entre regímenes de cuidado personal, visitas y pensiones alimenticias, la crianza y educación de nuestros hijos.